Nacido en París,25-10-1838, muerto en Bougival, 3-6-1875.1 Compositor francés. Su padre y su tío materno, Frangois Delsarte, eran profesores de canto. B. estudió en el Conservatorio de París (1848-57): fue discípulo de Halévy en composición y, oficiosamente, de Gounod. Sus brillantes años de escuela se vie- ron coronados por el Premio de Roma (1857). Su primera obra para el escenario, la opereta en un acto Le Docteur Miracle, con la que compartió con Lecocq un premio ofrecido por Offenbach, fue presentada en los Bouffes-Parisiens el 9 de abril de 1857. B. pasó entonces tres años felices en Roma; allí compuso la ópera bufa Don Procopio. A continuación vivió en París (o cerca de París), dedicándose simultáneamente al teatro, las lecciones, los arreglos de partituras y el acompañamiento de ensayos de óperas; en efecto, era un brillante pianista, admirado por Liszt. Sus primeras óperas, Les Pécheurs de perles (1863) y Lajolie Fille de Perth (1866), tuvieron poco éxito. Djamileh fue peor acogida todavía. Muchas otras quedaron sin terminar o nunca fueron representadas; algunas de ellas fueron utilizadas en Djamileh y en Carmen. El 28 de febrero de 1869, Pasdeloup dirigió la suite o sinfonía Roma (sin acabar). Ese mismo año, B. se casó con la hija de su maestro Halévy, cuya ópera póstuma Noé completó. Durante el cerco de París, sirvió en la guardia nacional, mientras trabajaba en dos óperas (sin terminar), Clarissa Harlowey Grisélidis. La suite para piano a 4 manos, Jeux d’enfants, data de 1871; B. orquestó seis de las doce piezas que la componen. En I87l fue de nuevo directór de coros de la Ópera durante un breve período. La música que escribió para la Arlésienne de Daudet fue un nuevo fracaso, pero la suíte para gran orquesta que extrajo tuvo un éxito inmediato en los Conciertos Pasdeloup el 10 de noviembre de 1872. Sus últimas obras fueron la ópera Don Rodríguez (1873), destinada a la Ópera, pero quedó sin terminar después del incendio del teatro; la obertura del concierto Patrie (1873) y la ópera-cómica Carmen (78’13-’14), sobre un libreto de F. Meilhac y L. Halévy. Esta ópera, que-transgredía las estrechas convenciones en uso en la Opera Cómica, fue duramente criticada por su indecencia, sus defectos dramáticos y por su pobreza melódica; algunos reprocharon incluso a B. el hacer concesiones a la vulgaridad. Las primeras obras de B., y en particular la Sinfonía de 1855, muestran una fresca espontaneidad que recuerda al joven Schubert. En Roma Íechazó esta facilidad. defendiendo lo que él llamaba el (“enio racional” (Beethoven, Meyerbeer, Miguel Angel) frente al > (Mozart, Rossini, Rafael), aunque sus propias actitudes lo sitúan con toda claridad en la segunda categoría. A lo largo de los diez años siguientes, su música refleja un esfuerzo de reflexión. Se proclamaba discípulo de los músicos alemanes y buscaba (sobre todo en lvan IV) los temas heroicos y un estilo grandioso sin relación con su talento. Las acusaciones contemporáneas de wagnerismo son absurdas: su propio temperamento lo acercaba más bien a Verdi. Pero fue Gounod con su Fausto quien ejerció la mayor influencia sobre él. En los años de madurez recobró la espontaneidad de su juventud, enriquecida por la experiencia. Hay que situar esta evolución hacia los años 1868-69, cuando en La Coupe du roi de Thulé recurre por primera vez a la pasión y a los celos, lo que será el resorte de L’Arlésienne y de Carmen. B. es un pintor del hombre en su vida cotidiana. Por esta razón la ópera cómica le iba mejor que la gran ópera. Con Carmen, amplió el género, reservado hasta entonces a los temas ligeros y sentimentales, tratados siempre de una manera frívola, introduciendo sentimientos pasionales y un desenlace trágico. Sin embargo, aunque influyó en la escuela verista, el realismo de B. tiene siempre unas intenciones estéticas y rechaza los efectos brutales. Su mejor música se caracteriza por la elegancia de la melodía” la claridad y la búsqueda de la armonía” un gran sentido de la orquestación, cierto exotismo (todos los temas de sus óperas se sitúan luera de Francia) y -sobre todo en L’Arlésienne- por una economía de medios que hace que sensaciones múltiples se expresen de manera muy concisa. En el campo dramático, posee un raro alejamiento que le permite identificarse completamente con sus personajes. Este equilibrio entre la audacia y la tradición, entre los elementos dramáticos y los elementos sinfónicos, recuerda a Mozart. La prematura muerte de B., que se produjo tras la 33.’ representación de Carmen, privó a Francia de uno de sus mayores compositores dramáticos.





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