Instagram se convirtió la pasada semana en la mayor adquisición realizada por Facebook en su corta historia.

Kevin Systrom, fundador de Instagram, y Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, se conocen desde hace años. El segundo ofreció al primero trabajar en la red social más popular del mundo cuando aún era un feto y ambos estaban estudiando.

Systrom, sin embargo, declinó la oferta para centrarse en sus estudios. Durante este tiempo, sin embargo, no se quedó parado y trabajó en empresas como Odeo y Google, mientras daba vueltas a una nueva aplicación de edición, intercambio y comunidad de fotografía.

Instagram nació en octubre de 2010 y en menos de dos años se convirtió en un servicio muy popular, gracias a su aplicación para iOS, con más de 27 millones de usuarios hace solo unas semanas. Justo después de saltar a Android, Facebook pescó el pez.

El domingo 8 de abril, Mark Zuckerberg informó a los miembros de la dirección de Facebook que estaba intentando comprar Instagram, con el que la red social fortalecería una de sus opciones más demandadas: el intercambio de fotografías.

Solo un día después, el lunes 9, Zuckerberg “en persona” -a través de Facebook, por supuesto- anunció la adquisición de Instagram por 1.000 millones de dólares. Systrom había conseguido construir un servicio sólido que la red social con más de 800 millones de usuarios, valoró desembolsando una cantidad considerable.

Sin embargo, Systrom no tiene un pelo de tonto y comenzó la negociación muy por encima de esa cifra, a sabiendas de que otras compañías, como la mismísima Twitter de Jack Dorsey, estaban interesadas en su negocio. El fundador de Instagram, según ha revelado The Wall Street Journal, pidió 2.000 millones de dólares a Zuckerberg, aunque la cifra final se quedó justo en la mitad.

Instagram ya pisaba fuerte antes de entrar en las filas de Facebook, pues acababa de recibir una nueva ronda de financiación que valoró la compañía en 500 millones de dólares.

Fuente: eleconomista.es





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