La tiara Murat y el diamante Beau Sancy piezas únicas que se han subastado por 2,9 y 7,6 millones de euros en Ginebra

La espectacular tiara Murat, todo un tesoro de la joyería, ha sido una de las protagonistas de la subasta de las más de 700 joyas pertenecientes a colecciones privadas que ha llevado a cabo esta semana la casa Sotheby’s en Ginebra.

Diseñada en 1920, se trata de una joya llena de historia, obra del prestigioso maestro joyero parisino Joseph Chaumet. Se creó para Yvonne Gilliois, con motivo de su boda con el príncipe Alexandre Murat, pariente de Carolina Bonaparte, hermana de Napoleón I. Fue un encargo ordenado al maestro Chaumet por el príncipe Murat y su esposa, quienes le hicieron entrega de tres grandes perlas en forma de pera, la central pesa alrededor de 300 gramos, para que creara esta diadema, también adornada con diamantes y rematada con platino.

Casi un siglo más tarde de su creación, esta joya única vuelve a ser el centro de todas las miradas al salir de la caja de seguridad en la que seguramente que se habrá mantenido guardada hasta ahora, para ser una de las piezas más destacadas de esta subasta de las joyas más espectaculares de las familias aristocráticas de Europa. Un total de 2,9 millones de euros ha sido la cifra que ha alcanzado en la subasta después de esta esperada puja, sólo apta para bolsillos privilegiados, superando así el precio que había estimado que alcanzaría, que era de casi dos millones de euros.

Otra de las piezas estrella de esta subasta ha sido el diamante Beau Sancy, una piedra preciosa que ha pertenecido a cuatro casas reales. Supuestamente encontrada en alguna mina de lo que es hoy el estado indio de Andhra Pradesh fue adquirida en la segunda mitad del siglo XVI en Constantinopla por el diplomático y agente financiero Nicolas Harlay de Sancy, que la vendió al Enrique IV, rey de Francia. El monarca la adquirió como obsequio para su mujer, María de Médicis, quien la utilizó en 1610 en la ceremonia de su propia coronación.

La historia del Beau Sancy empezó allí y lo llevó hasta la familia imperial de Prusia cuatrocientos años después, después de haber pertenecido a las familias reales de Francia, de Inglaterra y a la Casa de Orange de los Países Bajos. La piedra preciosa llegó luego a Inglaterra para fortalecer alianzas entre la Casa Real Inglesa y la de Orange, para pasar en 1702 a ser propiedad de Federico I de Prusia, quien la convirtió en el ornamento principal de su corona. El diamante ha pasado desde entonces de generación en generación dentro de la colección de la Casa de Prusia hasta ser heredada por quien era hasta ahora su propietario, el príncipe Jorge Federico de Prusia. Se considera que ésta es la piedra preciosa más antigua e importante en llegar al mercado del arte, lo que ha contribuido a que alcanzara los 7,6 millones de euros en subasta.

Fuente: hola.com





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