Muere la actriz de la época del destape a los 69 años Marisa Medina

Marisa Medina vivió dos momentos de gloria. El primero, como musa de la televisión en blanco y negro de los años 60 y 70. El segundo, estrenado ya el nuevo milenio, cuando relató en una descarnada autobiografía su descenso a los infiernos de la coca y el juego. Esta madrugada ha escrito la última página. La expresentadora de televisión ha muerto a los 69 años de un cáncer de colon e hígado. La última vez que fue a la tele, en agosto de 2010, acudió al plató de ‘Sálvame Deluxe’ y anunció que le quedaban entre uno y dos años de vida.

Marisa Medina (Madrid, 1942) fue una de las pioneras de nuestra televisión. Las primeras emisiones le pillaron con 14 años y no tardó en convertirse en locutora en off, poniendo voz a los programas culturales. En 1962, con veinte recién cumplidos, debutó ante la cámara con el programa de niños ‘Antena infantil’, donde se emitían Los Chiripitifláuticos antes de que la popularidad les permitiera tener programa propio. Se convirtió en la locutora más popular y habilidosa, porque no leía y salía sin papeles. Locutora… y presentadora para todo. Estuvo al frente de programas míticos como ‘625 líneas’, ‘Fin de semana’ o ‘Todo es posible en domingo’, presentó especiales de Nochevieja, galas y coqueteó con el cine (‘La casa de los Martínez’, ‘Las señoritas de mala compañía’…) y la canción. Los dorados años 60 y 70. En ese tiempo también se casó, con el compositor Alfonso Santiesteban, y tuvieron tres hijas.

Se divorció en 1983, justo cuando en la tele comenzó a ser prescindible y la relegaron a los pasillos. Encontró falso refugio en la cocaína y en las partidas de póquer. Esto lo descubrieron los suyos antes de internarla en un centro en Asturias; y el gran público en 2003, cuando publicó ‘Canalla de mis noches’, un libro autobiográfico en el que relata la tremenda caída con la lucidez que le faltó entonces: “Enganchaba una partida con otra. Perdí todo lo que tenía y lo que no tenía, también». Y fue mucho, unos 600.000 euros. “Joaquín Sabina y yo permanecimos 48 horas hablando de banalidades y metiéndonos sin parar rayas de coca, a las que Joaquín invitaba sin medida», es otro de los episodios que recoge en un libro que le ayudó a sacar la cabeza. “No me esperaba este aluvión de llamadas de televisiones, de prensa, de radio… Pero soy una persona bastante escéptica; quizá desaparezca de la escena pública dentro de unas semanas, porque ahora la fama es muy efímera. Mientras tanto, disfruto de esta situación”.
Fuente: eldiariomontanes.es





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