El expresidente de Egipto Hosni Mubarak "El Faraón" estará preso por el resto de sus días

El expresidente de Egipto Hosni Mubarak, que durante 30 años gobernó el país con una mano de hierro que le valió el apodo de Faraón, pasará el resto de sus días bajo custodia después de que un tribunal lo condenara hoy a cadena perpetua por el asesinato de manifestantes durante la revolución.

Tras diez meses de juicio, Mubarak, en camilla y con gafas oscuras, escuchó hoy impasible la sentencia dictada por el Tribunal Penal de El Cairo que lo halló culpable del asesinato de los participantes en las protestas que acabaron con su régimen en febrero de 2011.

Durante tres décadas, Mubarak gobernó Egipto -el país más poblado del mundo árabe- con severidad, pero al mismo tiempo con grandes dosis de paternalismo, que le llevó a considerar a los egipcios como sus “hijos”, que necesitaban a un padre fuerte que los guiase.

Nacido en 1928 en el Delta del Nilo, se hizo piloto de combate y en 1973 desempeñó un papel trascendental en la guerra del Yom Kipur contra Israel como jefe de la Fuerza Aérea egipcia.

Ocupó ese cargo hasta 1975, cuando el entonces presidente, Anuar El Sadat, le nombró su vicepresidente. En 1981, el asesinato de Sadat le convirtió repentinamente en presidente.

Desde entonces, el “rais” (presidente en árabe) Mubarak gobernó ininterrumpidamente Egipto sin una ideología definida ni gran carisma, pero con una habilidad especial para esquivar atentados y perpetuarse en el poder.

Recogió el legado de Sadat y quiso convertirse en el gran mediador de Oriente Medio al mantener la paz con Israel, lo que -unido a la ayuda de Estados Unidos- le permitió labrarse una reputación de estadista y convertirse en el aliado de Occidente en la región.

En el interior del país, ejerció un control férreo, ayudado por la Ley de Emergencia, vigente durante todo su mandato y utilizada para contener la ola de terrorismo islámico que sacudió Egipto en los años 90 y para barrer la oposición política a su régimen.

Con la excusa de la lucha antiterrorista, dicha ley suspendió las libertades de prensa y asociación, amplió los poderes de los órganos de seguridad y anuló derechos civiles y políticos.

En materia económica, Mubarak propugnó la liberalización, pero sin tocar los subsidios a los productos básicos para garantizarse la paz social.

Egipto vivió años de estabilidad en los que las elecciones, amañadas con descaro, se redujeron a una mera ratificación del gobernante Partido Nacional Democrático (PND).

Sin embargo, poco a poco, la falta de libertades, la corrupción, las crecientes diferencias sociales y la pobreza (cerca del 40 % de los 80 millones de egipcios viven con menos de dos dólares al día) hicieron que la oposición ganara terreno, en especial los islamistas Hermanos Musulmanes.

La represión del islamismo y el empeño de Mubarak en mantener la paz con Israel también le valieron la enemistad de muchos egipcios.

En 2005, Mubarak -presionado, al parecer, por EEUU- dio señales de apertura y permitió la concurrencia de varios candidatos a las elecciones presidenciales, una novedad ya que hasta entonces él era elegido por plebiscito.

En las elecciones presidenciales de 2005, los egipcios pudieron votar a otros, aunque el 88,5 % de los que acudieron a las urnas (votó menos de una cuarta parte de los convocados) optó por Mubarak.

La continuada falta de democracia, la represión policial, y la absoluta falta de horizontes económicos fue germinando en la población un malestar que alcanzó la indignación al constatar que el “rais” colocaba a su hijo Gamal dentro del PND para postularlo probablemente como sucesor.

El 25 de enero, comenzó en Egipto una ola de protestas inspiradas en la revuelta de Túnez y convocadas, entre otros medios por internet, que pedían reformas políticas y económicas, y la dimisión del “rais”.

Mubarak impuso el toque de queda, cambió el Gobierno, prometió reformas y anunció que no se presentaría a las elecciones presidenciales de septiembre, pero no logró con ello acallar las protestas y terminó renunciando a la Presidencia el 11 de febrero de 2011 tras 18 días de revolución.

Dos meses después, fue arrestado en la localidad de Sharm el Sheij y el 3 de agosto de 2011 comenzaba el juicio contra él acusado de estar involucrado en la muerte de manifestantes durante la revolución.

La imagen de hombre fuerte durante su mandato daba paso tras la revolución a la de un enfermo en camilla, que ha sido como Mubarak ha comparecido en todas las sesiones del juicio tras sufrir un ataque cardíaco durante los interrogatorios judiciales hace más de un año.

Según el periódicos Al Watan, que en la última semana ha publicado una serie de artículos sobre la vida del presidente en el hospital donde permanece arrestado por motivos de salud, el exmandatario ha seguido el devenir político del país con interés, aunque se ha mostrado crítico con los cambios producidos.

Fuente: eldiariomontanes.es





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